jueves, 10 de julio de 2014

La noche de un tirón (desde adentro hacia afuera) Parte 1/2

Estoy en el dormitorio, esta fresco por culpa del calor. Esas estufas que van añadidas a la pared también tienen la culpa, mi cuarto no llega a calentarse. Hace poco me di cuenta que cuando me paro sobre las sillas siento el calor que debería estar sobre el piso. Entonces, tengo que aprender a volar mas para aprovechar esa estufita.
Enciendo el velador, llamo así a una base de madera, una tapa de cuaderno estudiantil y un foco bajo consumo. La tapa es traslucida de color amarillo y permite manejarse en la habitación sin necesidad de encender la luz del techo, que encandila y molesta por cierto.
Nada que ver pero cada vez me gusta mas este cachivache de velador, amarillo velador, lumínico velador.
No tengo mensajes, tampoco esos mensajes mas modernos y menos videollamadas en mi celular que, rogando, me dice la hora.
Voy para la cocina, luego al comedor, no hay nada que separe ambos ambientes. Ni bien volteas la cabeza podría aparecerte el baño o la sala con sus sillones.
Suelo imaginarme a mi vecina, no la del terreno baldío sino la que vive al lado. Debe oler a rosas, toda enjoyada y enjabonada (quizá no exista esa palabra). Ellos si que deben tener mil ambientes, no exagero si pienso en el perro durmiendo en su propio cuarto, hasta seria lógico si de noche jamas se oye un ladrido.
Son las diez y media, por supuesto no prepare la comida, ni amague en buscarla. Así que me enrolo un tabaco para calmar este monstruo que habita en la panza que, entre ruidos y gruñidos, viene aguantando desde el mediodía.
Hace mas de un mes que deje de fumar. Que deje de fumar los cigarrillos nacionales que venden en los kioscos. Los cigarrillos nacionales que venden en los kioscos son cada día mas caros.
Lo cierto es que un amigo me paso el dato de lo mal que me hacían. Hablo del monoxido de carbono, del alquitrán, de la nicotina, ¡hasta de la pólvora! (por esos anillos que apenas se notan a lo largo del cigarro).
Perdón amigo pero, por mas que me tenga que encargar del ensamblaje tabacal entre sedas y filtros, sigo escupiendo flema (con los dientes amarillentos), sigo sin poder jugar una hora de fútbol y, sobre todo, sin parar de fumar.
En casa estoy solo, mi compañero de usufructo se marcho con su bicicleta de carreras vaya a saber donde.
Estoy solo pero hablo con alguien que, desde adentro, responde a todas mis inquietudes. Le pregunto porqué es tan impaciente, porqué de estar en perfecta armonía conmigo se vende a otro juego con tal de sumergir mi cabeza en el mar y verme patalear y gritar como un loco. Hasta llegue a preguntarle:
-¿Que necesitas de mi?¿No podes verme bien y listo?¿Siempre vas a cobrarte todos los picos mas altos de alegría?
Me asusta eso de la esquizofrenia, de la bipolaridad.
-¿Llevo cargando con algo de eso sin darme cuenta? o ¿Todos cargan con esas situaciones y los nombres son puro ropaje con el fin de seguir fomentando el ingreso a las clínicas de salud mental o la venta de pastillas antidepresivas?
Como suele pasar con estas cosas, al rato me deja en paz.Los murales vuelven a reconstruirse y las edificaciones que alguna vez levante se dejan ver. Justifico ese momento de sabor a nada cuando caigo que a todos les pasa. Siempre me lo dicen pero me aparto pensando que mi caso es especial. Que se puede sentir lo mismo. Eso creo. Déjenme tranquilo que es así.
Las adquisiciones del interno las dejo un amigo, casi todo lo que me rodea no es mio. La mesita ratona, el sillón largo y los dos individuales, sus placares, etc, etc.
Por mas que la casinha se alquile durante veinte años mas, ningunos sillones quedarían tan acorde al color de los machimbres y las puertas o a los azulejos del piso.
De repente, vuelve a arrancar muy fuerte el motor de la heladera, me pego un susto y la vuelvo a mirar con resentimiento.
También hay un estante que no deja de hacer juego con el resto de las cosas, en el se dejan reposar un tablero de ajedrez, sobre el tablero hay un rey con miedo y dos alfiles que lo vigilan desesperados. Un equipo de música que parece caído del cielo y agradece si nunca mas pasan por el.
Salgo del contexto.
Me canse de pensar en todo eso.
Es agotador hablar para adentro.
Hay música, se siente la banda sonora fluir en cada hueco del hogar. Aprovecho que ningún perro se puso a cantar y me tiro a descansar en el sofá.
No pasan ni tres minutos y escucho otro ruido fuerte.
Esta vez es la puerta que da hacia la calle, (Alejandro se quedo encerrado)
Abro despacio la puerta de casa cosa de atraparlo a él o a quien quiera que sea
(El tipo se quedo encerrado y la culpa es cien por cien de su llave)
Me voy asomando y... ¡Veo que no hay nadie!
Y, ¡OTRO GOLPE FUERTE!
(El enfermo se paso al baldío, temo que esté en la casa deshabitada)
Tomo el palo del escurridor, no voy a dejar que tomen esa casa antes que nosotros...
(El psicópata ¿tendrá enterrada a su ex mujer que, por cierto, no la vi nunca más?)
Sigo escuchando algo pero al fijarme bien, el loco esta en su casa y mira televisión. Ya no importa quien pueda ser.
Lo dejo pasar.
Alejandro tiene un piso de altura respecto a mi casa, sin embargo, no creo que viva para mi. Aunque me parezca un poco siniestro por atender con tramontinas o por la desaparición de su pareja, es un tipo macanudo.
Ya estoy mas feliz que hoy y apareció un mensaje de alguien para vernos en la plaza de las artesanías en una hora.
Cazo la campera que alguna vez fue de mi papa, unos pesos que alguna vez fueron de mi mama y algo para fumar.
Apago el velador amarillo, bajo la estufa al mínimo y cierro la puerta adivinando la cavidad donde van las llaves. Encaro para el pasillo.
Cada vez que paso por la puerta de Alejandro trato de saber que pasa adentro de su casa.
Empiezo a ser absorbido, de a poco, por el paisaje nocturno y las luces amarillas de la calle.
La noche parece perdonar a los desabrigados y engripados,
Pienso: "Para que esperar el día ideal sera igual que siempre"
Salgo a la calle.



Merioparaná.







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