miércoles, 17 de septiembre de 2014

24 Calles

En la calle se esquivan los impulsos de tocarse, con los codos, las costillas.
En la calle se nota la necesidad de compartir los momentos que pasamos solos.

En la calle se simulan las miradas o se mira demasiado.
En la calle paso vergüenza por cosas que nadie las nota.

De la calle se aprenden olores que se graban y después se reproducen en cualquier momento de la vida.

La calle transpira por el verano, se seca con el fríos de los inviernos y recibe las hojas del otoño.
Los arboles de la calle ven florecer sus copas en primavera.

La calle, antes de ser calle pudo haber sido vereda, entonces encima, fue calle. Antes de ser vereda, la calle, pudo ser piedras, entonces encima, fue vereda y después calle. Antes de ser piedras, la calle, pudo haber sido simplemente tierra, entonces encima, el hombre se encargo de convertirla en piedras, veredas y calles.

No siempre se cruza, en la calle, un joven y un viejo que llora como un niño. ¿Sera por que se esta empezando a pudrir en el olvido? Lo cierto es que en la calle transcurren secuencias mientras que la imaginación arma posibles historias que nos gustaría creer. Como la del apurado pero observador.
El apurado pero observador se cruzo con un viejo que lloraba sin consuelo, el apurado observador primero pensó que a esa edad, cuando las arrugas son cunetas de varias épocas, ya no queda nada que valgan los lamentos. Rápido se acordó del karma de existir y entendió que esas lágrimas, que esa ducha de agua corporal, sufría por algo profundo. Pero por ir tan apurado descartó cualquier hipótesis que podría haber resuelto el misterio del llanto y despidiendose de aquel alarde de la situación alcanzo a leer cinco metros después, en la calle:
"Lugar del olvido"
 Así que no habían mas dudas, cualquier cosa que le hubiera pasado venia de ahí, de la calle. A veces es tan fría que hay personas que olvidan a otras personas que en algún momento fueron queridas. Pero el observador apurado sabia que a veces la mente engaña o no se lleva bien con la voz de los ojos. Al segundo y medio vio bajar por una escalera directo a la calle a dos viejos que se sentían culpables según sus caras, se pararon justo debajo del cartel, miraron y agitaron sus brazos en dirección al viejo que desapareció doblando a la esquina, media hora después fue solo un viejo llorón.
Total, para las personas mayores, da lo mismo si es un geriátrico o una guardería, siempre y cuando abra a las seis.

En la calle también se caen cosas, Aparicio me contó que a la modesta Jaqueline se le escurrió el anillo de oro directo al suelo y, tras buscarlo por horas, dejo plantado a José en la vieja estación de ómnibus sin saber que la felicidad la esperaba oculta en un "si". El anillo no fue fruto del trabajo de nadie y Aparicio diría que es de procedencia dudosa, regalado a Jaqueline por Mauricio, su marido, que gozaba de la avaricia y del golpe en el cuerpo de los niños en una casa de silencios. Mauricio contrataba a Aparicio que, a su vez,  tiene una hija tan flaca que jamas quedo atascada, ni la apretaron, ni se lo merece, porque a los tres días de la ilusión del trabajo, el falso carismático echó a patadas a Aparicio hasta la calle y lo metió con la policía culpado, incorrectamente, por la desaparición de un anillo. En el medio del hambre la muy flaca encontró la joya en los adoquines de la calle y por primera vez el suelo hizo justicia, Aparicio me contó esta historia y la flaca engordo de amor con José, un amor de terminales y viajes anunciados.

Él, camina detrás de ella durante tres cuadras bajo el sol, mirando fascinado, como mueve el tatuaje que rebota en sus piernas, los tacones se afirman al piso de la calle y la cola es base de la cintura transpirada. Parece que se enloquece con solo verse a si mismo en una habitación semi oscura con ella y una mano que sube y baja caliente en su pierna derecha que, a propósito, lleva un short de jean cortado. Quiebra la cintura y solo queda una cuadra de placer visual que se le hacen rabia en sus ojos. Delirado mete la mano en su bolsillo imaginando que es la mano de ella apretando no se que cosa. Yo puedo verlos, pero como en la calle también se regresa a casa, ya sea porque me habré olvidado de algo o porque me arrepentí de ir a visitar a alguien que conocí ayer, vuelvo.
Ella nunca sabrá que la pensaron desnuda dos cuadras mas atrás y él quedara para siempre con la incertidumbre de no saber si ella buscaba amor, sexo o la parada del quince.

Y así, como parece que afuera pasa la vida que nos perdemos, voy a instalarme en algún lugar con dos silletas y abriré la invitación para quien se quiera sentar a contarme que más paso ayer en la calle.

Merioparana.


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